Hola a todos:
Como ya sabéis ando a destajo intentando dejarlo todo listo para la publicación de mi nueva serie juvenil Asuntos angélicos y os pedí ayuda hace poco para correr la voz. Muchísimas gracias a todos (hablaré más de ello cuando pueda) pero gracias. Sois maravillosos.
Estuve pensando en qué podía ofreceros para agradecéroslo. Me he dado cuenta que voy a estar muy liada con mis propias promociones y las de los demás, pero aun así… Se me ocurrió compartir una historia que escribí hace tiempo pero no he publicado nunca (aunque igual la habéis leído por ahí porque la he compartido antes, aunque hace varios años). Es una historia que me parece entretenida, y que les puede gustar igual a los escritores, a los no escritores, y a los soñadores. No es de las más cortas pero espero que la disfrutéis. Ah, y al final os dejo unos enlaces que igual os resultan útiles.
La novela
Denver nunca había sido la más atractiva o afortunada de las chicas. Pelo castaño, ojos marrones, altura media. Ni siquiera tenía un tipo escultural. Había pasado por EGB y bachillerato sin hacer nada remarcable. Había salido con algunos chicos, pero nunca había tenido novio formal (¡o informal!). Había dejado la casa de sus padres (gente agradable, pero demasiado convencional) hacía casi un año, y se había imaginado que su vida cambiaría por completo. ¡Se acabó el aburrimiento!
¡Excitación, libertad, locura! Quizás todo eso no era ella, después de todo, porque su vida continuó tan aburrida como siempre. Nada nuevo. Tenía un piso-estudio para ella sola, pero eso era todo. Ni siquiera era un sitio de moda. Tranquilo, silencioso, y vacío.
Incluso su amiga Filomena estaba viviendo con alguien. Denver siempre había pensado que Filomena sería la última chica en el mundo en echarse novio. Tan tímida, tan educadita, nunca se atrevía a correr riesgos…Y ahí estaba. Filomena había tenido su aventura, y Denver aún estaba ahí. Esperando. ¿Qué narices estaba esperando?
Si las cosas fueran como en los libros o en las películas. La vida sería mucho más fácil de manejar. Si consiguiera descubrir cuál era la trama de su vida, o al menos cuál era el género de la novela que estaba viviendo. Si la vida viniera con un libro de instrucciones para su uso y disfrute todo sería mucho más simple.
Denver se dijo a sí misma que todo era cosa de decidirse. Se iba a poner al mando. De ahora en adelante, era ella la que escribía su propia historia. Y ella decidiría como iba a ser. Le pareció escuchar la música de Carmen (“Toreador”) mientras se adormecía pensando en ello. Su nombre en luces de neón. Sus parientes y amigos aplaudiendo su actuación. ¡Su vida se iba a convertir en un best-seller!
A la mañana siguiente, cuando entró en la oficina, se había decidido. Una novela rosa. Eso era lo que su vida sería. Una hermosa historia de amor. El decorado no era perfecto: mesas, ordenadores, puertas, papeles y más papeles. Pero su reserva de imaginación era más grande que el Banco Nacional. Podía hacer desaparecer la realidad, si se empeñaba. Todo formaba parte del proceso de creación. Las mesas baratas de plástico se podían convertir en mesas de época, de caoba. Las lámparas, en arañas de cristal…Quizás algo más íntimo y menos elegante sería más romántico. Tampoco quería “Lo que el Viento se Llevó”. Era demasiado. No era tan ambiciosa. Cortinas con flores en las ventanas; en lugar de rascacielos un lago y una casita blanca en la distancia, una canción de Cole Porter o un bolero…Y una luz suave. Combinaría con su vestido rosa. Y tenía un héroe, el Sr. Blanco, Marcos, su jefe. Era alto, moreno y guapo. Denver se había dado cuenta de que habían muchas mujeres interesadas en él, pero en su interior, incluso si no lo demostraba nunca, ella sabía que la llama de su amor ardía intensamente. Denver había comprado flores para su mesa, para redondear la escena, y dejó una en la oficina de su jefe.
El Sr. Blanco entró y la saludó con un gesto. La música subió de volumen. Él nunca le había dicho nada pero Denver presentía que sólo estaba fingiendo indiferencia. Esperó a que la llamara. Estaba segura de que la llamaría en cualquier momento para darle las gracias por la flor, y le confesaría sus sentimientos. Se podía imaginar la escena. Ella entraría, y allí estaría él, en el centro de la habitación, como iluminado por un foco, con todo borroso a su alrededor, y una sonrisa en los labios. ¿Quién necesitaba a Brad Pitt o a Antonio Banderas cuando una tenía al Sr. Blanco? El se abalanzaría sobre ella, inflamado por la pasión y tomándole la mano, se la cubriría de besos.
“Gracias por la flor. Es tan bella y delicada como tú. Supongo que te imaginabas que yo no me había fijado en ti, pero he necesitado toda mi fuerza de voluntad para mantenerme alejado hasta ahora, y…”
“Sr. Blanco…” Ella enrojecería y movería sus largas pestañas que eran uno de sus mayores encantos.
“Llámame Marcos…”
Una de las otras chicas, una recién llegada, baja y siempre moviéndose, le puso la mano en el hombro.
“El Sr. Blanco te está llamando. Yo no le haría esperar. Está bastante impaciente últimamente.”
“Conmigo no estará impaciente.”
La otra chica la miró sorprendida, pero Denver entró en la oficina con decisión, el bloc de notas y una sonrisa muy ancha. ‘Our love is here to stay’[1] sonaba en su imaginación.
“Sr. Blanco.”
Su jefe estaba estornudando como un loco. No había ni sonrisa ni entorno borroso.
“¿Fue idea suya?” Le preguntó señalando la flor.
“Bueno, sí. Pensé que animaría la oficina.”
“Nadie le ha pedido que piense. Soy alérgico a las flores. Sáquela de aquí. ¡Deprisa!” Su tono de voz era duro y frío. No le había gustado nada su gesto romántico.
Denver agarró la flor sintiéndose mortificada. Sólo estaba intentando…
“Y no vuelva aquí. El Sr. Vidal necesita que alguien le ayude. Su secretaria tuvo un accidente hace un par de días. Llévese sus cosas a su oficina.”
¡El Sr. Vidal! Era viejo, fiero, y no muy agradable. Denver quería llorar.
“Y llévese las flores de su mesa. Gracias.”
¿Gracias? ¿Gracias? ¿Quién se había creído que era? No su héroe, definitivamente no. Un héroe romántico no se comportaba así. Hombres. Nunca se podía confiar en ellos para actuar sus papeles.
Mientras estaba archivando documentos en la oficina del Sr. Vidal concluyó que su vida podía ser cualquier otra cosa, pero una novela romántica no era. Pero, ¿quién quería una novela rosa? No había aventura, riesgo, peligro…Una historia de detectives. Una buena historia de misterio era lo que necesitaba.
A la mañana siguiente Denver decidió ponerse un traje oscuro, e incluso se compró un paquete de cigarrillos por el camino. Intentó fumar uno, pero la hizo toser, y le empezaron a llorar los ojos. Los tiró a la basura. Tendría que ser un detective sano e higiénico para variar.
Una vez en la oficina no pasó nada excitante por un rato. Seleccionar el correo, contestar algunas cartas, cambiar algunas citas. Justo antes de la hora de comer, Esteban, uno de los vendedores y novio de María (una de las otras secretarias) fue a verla. Era un chico majo, nada especial, pero amable y atento. No sabía cómo vestir, porque pelo rojo no combina con traje marrón, pero no era como los otros vendedores que sólo coqueteaban con las chicas guapas y a ella nunca le decían nada. Era un chico educado y siempre le contaba las aventuras que le pasaban vendiendo sus ‘maravillosos complementos de jardín’. María nunca le dejaba hablar de eso; era demasiado aburrido. Ella sólo quería que la adorara y que hablara sobre ella todo el rato. Esteban era demasiado bueno para María. No era el tipo de Denver, pero se merecía algo mejor que María. Siempre se tenía que dar aires.
“Me preguntaba si me podrías ayudar a resolver este misterio.”
¡Un misterio! ¡Eureka! Había presentido que sería su día afortunado. La música inundaba sus oídos. Amenazadora, violenta, jazz…
“Cuéntame.”
“He ido a ver a María…No está en su mesa.”
El pulso de Denver se aceleró. Sonó la trompeta. Una persona desaparecida. Siempre era un buen tema en historias de detectives.
“Probablemente está haciendo algo…¿Fotocopias?”
“Ya he mirado. No está allí. Y nadie la ha visto salir.”
“Vayamos a investigar.”
Denver examinó la mesa de María con el mayor cuidado. Un buen detective tiene que ser científico y meticuloso. Qué lástima que no se había traído la lupa. Pero, era demasiado anticuado. Hoy en día todo eran tests del ADN y sofisticados aparatos. Tendría que usar sólo su talento. Más barato. Observación era la primera norma. La libreta de notas de María estaba en el despacho, así que no era probable que estuviera en la oficina del Sr. Blanco. A menos que…
“¿Crees que está archivando algo en la oficina?” preguntó Esteban.
“Es posible, pero al Sr. Blanco no le gusta que archivemos mientras él está dentro, y no ha salido. ¿Ves? María no ha anotado nada en el diario. El Sr. Blanco tiene que estar en el despacho.”
“¿Y el cuarto de baño?”
“Hace mucho rato. Y su bolso está en el cajón, o sea que no se está maquillando ni nada.”
“No puede haberse esfumado.”
“¿Te estaba esperando?¿Sabía que ibas a venir?”
“No. Yo no iba a estar aquí hoy, tenía que salir de la ciudad, pero el cliente me llamó para decirme que estaba enfermo, así que no fui.”
“Ya veo.”
Una idea se apoderó del cerebro de Denver. No le gustaba pero tenía sentido. Era la explicación perfecta de porque el Sr. Blanco había estado tan enfadado últimamente, porque María vestía ropas mejores y más caras, porque la había echado con una excusa estúpida. Su banda sonora mental murió. Silencio de muerte.
“Me parece…” Denver presionó el botón del intercomunicador.
“Oh María…”
“Sr. Blanco…”
“Marcos…”
“Marcos…Sigue…Sigue…!Sí, sí, sí!”
Denver lo apagó. Era demasiado. La cara de Esteban había cambiado de color.
“Zorra.”
“No…”
Esteban estaba sofocado, tembloroso, pero intentó sonreír. “No te preocupes. No cometeré ninguna estupidez. Que le vaya bien. Que les vaya bien a los dos. Puedo encontrar a otra como ella cuando quiera. Gracias de todas formas.”
“Lo siento.”
“No te preocupes. No es culpa tuya. Adiós.”
Denver no era suficientemente dura para el trabajo. No le gustaban los resultados. La verdad podía ser muy dolorosa a veces y a ella no le gustaba hacer daño a nadie. Su vida no sería una novela de detectives tampoco.
Denver decidió no admitir su derrota aún. Los tiempos no eran los adecuados para novelas románticas o historias de detectives. La gente quería lo imposible, sueños transformados en realidad, progreso…Ciencia Ficción, eso era el género de moda. Una buena historia de Ciencia Ficción. Eso era.
En el ascensor el día siguiente Denver intentó ponerse del humor adecuado para su nuevo género. El edificio era más apropiado para eso que para novelas rosas o historias de misterio. Puertas de aspecto metálico, pinturas abstractas, esculturas mecánicas, cámaras por todos lados, pantallas de ordenador, y miles de puertas…Incluso la gente parecía gris y metálica ese día. El ascensor se paró sin avisar entre los piso diez y once. No conocía a ninguna de las personas atrapadas con ella. Trabajaban en otras oficinas. Uno de los hombres, pálido, calvo, de traje gris, parecía enfadado.
“Me pregunto que pasa ahora. Estos malditos cacharros nunca funcionan bien.”
“No será nada serio” aseguró la más joven, más rubia y más guapa de las chicas. Llevaba una falda gris y una blusa también gris. Un día gris, definitivamente.
“¿Usamos la alarma?” preguntó un hombre muy joven y nervioso, todo sudoroso, y probablemente estrenando su primer traje gris en su primer trabajo.
Las luces se apagaron. Quizás se había equivocado y no era una novela de ciencia ficción sino una película de terror. O una combinación de las dos, como ‘Alien’. Pero, la única música que sonaba en su mente era la de la banda en el bar de ‘La Guerra de las Galaxias’. OK, todos eran un poco raros en el ascensor, pero no tanto como los especímenes de la película.
“¿Qué está pasando?” Era una voz desconocida. Sin dudad una mujer gris.
“Le daré al botón” dijo el joven hombre gris. Ni movimiento, ni sonido. Silencio.
“¡No funciona! ¿Qué está pasando?” preguntó la misma mujer gris. El tono de voz era mucho más agudo esta vez.
El ascensor tembló y se oyeron ruidos. Todo el mundo se quedó callado. A Denver no le acababa de parecer la situación adecuada para una abducción por extraterrestres. Siempre había oído decir que habían luces brillantes, y normalmente le pasaba a gente conduciendo en caminos solitarios, o yendo a pasear, no en medio de la ciudad, en un ascensor lleno de gente. No tenía sentido. Quizás era una novela de terror. Pero,¿por qué esa música? No era serio. Incluso la música de ‘Expediente X’ sería más apropiada, pero no. El bar extraterrestre en ‘La Guerra de las Galaxias’.
Oyeron algo que parecían voces provenientes del exterior. Quizás era una abducción. Extraterrestres. ¿Preferirían los extraterrestres gente vestida de azul en ascensores? Denver no recordaba haber leído nada sobre eso. No debería haber descuidado su cultura de esa forma. Si no la secuestraban se encargaría de ponerse al día. Y si la secuestraban…bueno, suponía que se enteraría de una forma u otra.
“¡Ayuda! ¡Estamos atrapados!” gritó el hombre calvo de gris.
No se oyeron más voces y todo se quedó silencioso.
“Aquí hay algo raro.” Opinó el joven de gris. “Me parece…
Oyeron algo o a alguien andando en el techo del ascensor. Uno de los paneles encima de ellos se empezó a mover. El panel se levantó y un rayo de luz penetró la oscuridad. ¡Denver se había dado cuenta, horrorizada, que iba vestida de verde! ¡Venían a por ella! ¡Los extraterrestres no podían soportar a la gente que se vestía de color verde! Denver gritó y el resto del ascensor se unió a ella.
“¡Vienen a por nosotros!”.
Cuando una cabeza se asomó por la apertura, un golpe fuerte resonó en la cabina. Un círculo de luz se posó en el cuerpo. Era el hombre gris calvo. Se había desmayado.
“¿Qué hacen aquí?” preguntó el dueño de la cabeza. “Le dijimos al portero que no le dejara usar esta unidad a nadie porque teníamos que hacer algunas reparaciones, así que la paramos donde nos convino.”
“El portero no nos dijo nada.”
“¿Y quién se pensaban que era yo? ¿Por qué gritaron? Bueno, les dejaremos salir. Lo siento.” El mecánico se sonrió. Probablemente estaba pensando en la historia que les iba a contar a sus colegas. ¡Pánico en el ascensor!
Daba vergüenza. Incluso Denver tenía un aspecto gris después de eso. Y por si no fuera suficientemente malo, la música siguió. Pero lo podía soportar. No sería una historia de Ciencia-Ficción, o una novela de terror. Quizás probar otro de los estilos antiguos. Eran tiempos de recuperación histórica. Un buen Western. Nada se podía comparar a una buena historia del oeste. Y Denver siempre se había querido poner botas de vaquero y sombrero. Con la calefacción central a todo gas el sitio parecía un desierto, y los cactus que la compañía había comprado para darle a la oficina un aire hogareño facilitaban la ilusión. Su nombre era apropiado. Denver.El Denver Kid…La chica Denver…Denver la rápida. ¿Búfalo Denver?. Decisiones, decisiones. Y el Sr. Vidal dándole la lata con las copias. Escogería su nuevo nombre mientras hacía las fotocopias.
Cuando Denver llegó a la fotocopiadora, que estaba estratégicamente situada en medio del corredor que conectaba todas las oficinas, se dio cuenta de que se había olvidado su tarjeta. Dejó las cosas junto a la máquina mientras iba a recogerla. Cuando volvió María había tenido la cara dura de saltarse la cola y empezar a fotocopiar sus cosas. ¿Quién se había creído que era? Primero su hombre, luego la fotocopiadora. ¿Qué sería lo siguiente? No, no se podía tolerar. No había suficiente espacio en la oficina para las dos. Los silbidos de fondo de una de las películas de Clint Eastwood parecían filtrarse debajo de la puerta al otro lado del corredor. Un corredor muy largo. Vacío. Sólo María y ella.
“María.”
“¿Sí?”
“ Yo estaba aquí antes que tú. ¿No viste mis cosas?”
“Tendrías que acordarte de traer la tarjeta. Nunca te acuerdas de nada. Tienes un cerebro como un colador.”
Denver no tenía pistola, pero se echó la mano al cinturón de todos modos. Se ajustó su sombrero blanco imaginario. Al fondo del callejón lleno de polvo estaba su enemigo, María, vestida de negro. Se acercaron a cámara lenta la una a la otra. ¿Fue su imaginación u oyó realmente el clic de las espuelas? Acercándose más, un poco más.
“Y tú te tendrías que acordar de que tienes novio antes de meterte en la oficina con el jefe.” Se sintió algo perversa, pero uno tenía que usar las mejores armas disponibles. Estaba preparada para disparar. Rápido, limpio, sin dudar.
“¿Qué quieres decir?”
“¿Has visto a Steve últimamente?”
“No.”
“Creo que escuchó una conversación algo curiosa entre el Sr. Blanco y tú.”
“No sé de qué estás hablando.”
“Una que decía más o menos: ‘Marcos…¡Sí, sí, sí!” dijo Denver intentando imitar la voz chillona de María. ¿Había dado en el blanco? María todavía se mantenía en pie, pero estaba segura de que al menos la había herido.
“¡Tú…!”
“Yo…¿Qué…?”
Denver vió en los ojos de María que se estaba preparando para disparar. Tenía aspecto de tener buena puntería. Fría, tranquila, sin temblar.
“¿Sabes lo que me dijo Marcos, Denver? Dijo: ‘Esa Denver, es una criatura de lo más patética. Siempre viviendo en las nubes, no tiene estilo, sin sentido del humor. Estoy seguro de que es lesbiana.”
“El no…”Denver sintió como la bala le entraba en el corazón.
“¿Quieres que le preguntemos a él?”
Denver se retiró. Demasiada pérdida de sangre para intentar otro disparo. No se había ofendido porque el Sr. Blanco la había llamado lesbiana. Eso no era un insulto, era lo mismo que llamarla baja o de pelo castaño. Pero ‘criatura patética’ ‘sin sentido del humor’. Se había esforzado tanto para gustarle y había fallado. Si todos sus esfuerzos habían fallado con él, no tenía ninguna posibilidad con nadie más. Dejó la escena herida de gravedad. Había perdido el duelo. No había nacido para ser pistolera tampoco.
Si Esteban no hubiera entrado en la oficina en aquel preciso instante Denver se habría echado a llorar, pero sabía que él tenía mejores razones que ellas para llorar (después de todo había estado saliendo con María por casi dos años y parecía que iba en serio) y se lo estaba tomando muy bien. Su vida podía ser cualquier cosa pero no quería que acabara en tragedia. No era para tanto.
“Hola Denver. No pareces muy contenta.”
“Hola Esteban. No lo estoy. Pero no es nada de importancia.”
“Cuéntame tus penas y yo te contaré las mías.”
“Es una historia muy larga, Esteban.”
“Es la hora de comer. Vamos. Salgamos y me lo cuentas.”
“De acuerdo.”
Sentados en un banco del parque le contó a Esteban sus ideas sobre libros y vida y sus fallidos intentos de vivir su vida como si fuera un libro. Él se rio.
“¿Te parece divertido?”
“Sí. ¿No te has dado cuenta de que tu vida es una comedia fantástica?”
“No lo es. Al menos no para mí.”
“Yo creo que es para morirse de risa. Un duelo con María. Es una idea maravillosa. No me importaría probar a mí. Pero preferiría pistolas de verdad.”
“Estoy contenta de haberte hecho reír.”
“Me has hecho sentirme mejor. Pero no tan bien come para cambiar de opinión. He decidido dejar este trabajo. No me gustó nunca, desde el principio y no quiero hacer esto toda la vida. Un amigo mío se ha comprado un restaurante. No recuerdo si te lo había dicho antes pero estudié para chef. Para empezar no será un gran negocio, pero…”
“¿Aquí?”
“No, en Madrid. Está algo lejos pero no dejo demasiadas cosas aquí.”
“Te echaré de menos.”
“Ven a verme. Yo también te echaré de menos. Eres la única a la que echaré de menos en este agujero. Pero debes recordar que nadie puede arruinarte la vida si no les dejas. Tienes suficiente imaginación para sobrevivir cualquier cosa.”
“Gracias. Debemos volver a la oficina. Yo todavía trabajo allí.”
“Volvamos.”
Esteban prometió despedirse antes de marcharse, y Denver a cambió prometió que intentaría ir a visitarle. Se sentó de nuevo a la mesa y su mente voló a los viejos temas. Vida. Novelas. Quizás los libros no eran una guía tan buena y poderosa como se había imaginado. No quería vivir una comedia que sólo era divertida para los demás. El escritor del guion de su vida no le había dado un buen papel. Y tampoco demasiado donde escoger. La vida no era justa.
“¡Denver, Denver!” La voz del Sr. Vidal la devolvió a la realidad. “¿Soñando de nuevo? Venga a mi oficina. Le tengo que dictar unas cartas.”
Cartas, cartas…Quizás la vida consistía solamente en escribir las cartas de otros.
De vuelta en casa Denver siguió pensando en su vida. ¿Escribir las cartas de otros? ¿Era éso todo? No. No podía ser. Si no podía vivir su vida como un libro, quizás…
Se sentó a la mesa, cogió lápiz y papel y empezó a escribir:
Denver nunca había sido la más atractiva o afortunada de las chicas.
***
Y como os prometí, los enlaces.
Si os molestan los anuncios cuando estáis en línea, igual os interesa probar:
Es una extensión gratuita que funciona con todos (al menos los que yo conozco) buscadores y que bloquea los anuncios. No los bloquea todos, ya que no bloquea los que consideran que no interfieren y ayudan a que funcione el sitio web, y se puede ajustar a vuestros intereses. Por ejemplo, a mí los botones pidiendo likes en Facebook no me molestan demasiado, pero si a vosotros sí, los podéis bloquear.
Para los escritores entre vosotros, ya sabéis que Amazon tiene muchas tiendas en muchos sitios, y eso quiere decir que existen múltiples enlaces para vuestros libros, ya que cada persona los comprará en el Amazon del territorio donde vivan (normalmente). Para evitar tener que dar un listado muy largo de enlaces, hay varios sitios web que ofrecen la creación de enlaces únicos que llevan a cada comprador la Amazon que les corresponda (en realidad al Amazon del territorio donde estén. Cuando yo estaba en España me enviaban al de España, pero mi Amazon es el UK. Tan listos estos enlaces no son). Hay diferencias entre ellos y algunos son más complicados que otros (si tenéis cuentas de afiliados, etc, puede haber problemas). Yo siempre intento encontrar algo fácil y hoy en día uso:
Solo necesitáis el enlace o el ASIN del libro y ya está. También os ofrecen el enlace en formato corto (útil para Twitter y os ahorra tener que usar un acortador como Bitly, que también son útiles) y el código QR, que aunque yo no he usado para nada, si creáis vuestro propio material promocional pueden veniros muy bien. Yo me he tenido que poner en contacto con ellos un par de veces y son muy serviciales y lo solucionan todo enseguida (y considerando que es gratis, es muy de agradecer). Ah, también podéis crear un enlace multiterritorial de autor, si tenéis perfiles distintos en distintas tiendas. (Si no, el enlace llevaría a la gente a una lista de vuestras obras, que tampoco es malo).
Y como no estaba nada ocupada ya (ja!) se me ocurrió que estudiar un idioma nuevo me mantendría el cerebro en marcha, así que después de leer un post con sugerencias, probé Duolingo y ahí sigo, más de un mes después de empezar.
Duolingo me dice que domino el 16% del alemán, pero tengo mis dudas. En fin, es ameno, las lecciones no son muy largas y gente del país deja comentarios y aclaraciones que son de lo más entretenidas (e informativas). Por si os aburrís.
Gracias a todos por leer, perdonad por este post tan raro que me ha salido, y ya sabéis, comentad, compartid y haced CLIC!
Y no os olvidéis de Asuntos angélicos que los ángeles tienen una memoria muy larga, y no os digo nada de los demonios!
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[1] TN: ‘Our Love is here to stay’: canción romántica cuya traducción sería : Nuestro amor está aquí para quedarse, escrita por George y Ira Gershwin.